Por: Milena Reyes integrante de la Delegación de paz de las FARC-EP.
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A lo largo de la historia de la humanidad la violencia y la barbarie, han sido el método que las clases dominantes han utilizado para someter a los débiles. En nuestro caso el pueblo colombiano ha sido víctima de esos métodos de violencia desde la llegada de los Europeos hasta nuestros días.
Antes, de que el Estado bombardeara Marquetalía, en 1964, los campesinos con escopetas en mano, defendían la tierra en que vivían, se protegían los unos a los otros; el cuidado de las mujeres, la niñez, y los abuelos, era la tarea primordial, ya que en una confrontación siempre han sido el botín de guerra. Cuando entraban los chulavitas a las regiones; que son los que se conocen hoy como paramilitares, arrasaban con todo, entraban como los españoles, matando, saqueando y violando mujeres, en compañía de ejército.
En el momento de iniciarse el bombardeo a esa región, ya las familias estaban seguras, fueron trasladadas, bajo la protección de los campesinos que hacían resistencia a otros rincones del país, de manera que allí solo quedaron 48 labriegos entre ellos 6 mujeres que harían suya la tarea de cuidar y defender a las familias colombianas de la barbarie.

Esa que comentamos es la realidad y no la que se pretende mostrar a través de supuestos testimonios de mujeres civiles y desertoras, que presentó la Revista Semana el pasado 25 de julio en los que afirma que fueron víctimas de abuso sexual por parte de las FARC-EP, según documentos que la fiscalía presentó sin soporte de ninguna prueba científica.
En primer lugar, no tiene lógica que una organización como las FARC-EP, que lleva tantos años luchando, que ha enfrentado al Imperialismo yanqui, que ha resistido las operaciones militares más grandes de la región y del mundo, agreda a la población civil o ultraje a las mujeres. Siendo esa población, la que ha estado ahí presente apoyándonos, luchando y resistiendo al lado de la insurgencia desde Marquetalía.
En segundo lugar, las FARC-EP cuentan con unos Estatutos, Reglamento de Régimen Disciplinario, Normas Internas de Comando y más documentos que nos indican cuál debe ser el comportamiento entre combatientes y con la población civil y cualquier hecho de violencia se sanciona, e incluso se llega a la pena máxima cuando suceden casos como el abuso sexual.
Además, cuando una comisión guerrillera se va a desplazar a cualquier misión, siempre van entre sus integrantes una o dos mujeres; incluso es normal que sean mujeres la mayoría en una comisión, debido a la cantidad de mujeres que hay en distintas unidades de las FARC-EP.
Está demostrado, que la presencia de la mujer en filas es significativa, algo también evidente en la delegación de paz, donde somos la mitad de sus integrantes. Nada de esto ocurriría si fuese cierto que en las FARC-EP se ejerciera una política de violencia contra las mujeres.
No hay y nunca habrá espacio en las FARC-EP para comportamientos que atenten con la integridad física, moral y ética de las mujeres combatientes y de la población.

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